top of page

EL TÓTEM DE DIOS

  • Carlo Piérola
  • 12 ago 2017
  • 3 Min. de lectura

Juvenal



¿Por qué un cristiano (católico, protestante, etc.) no puede creer en la evolución?


Con esta pregunta me dirigí a mi amiga Falit, sentada a mi izquierda . Estábamos en un aula donde una película había terminado y ella me contestó que había preguntado lo mismo. La respuesta fue que si la evolución es cierta, entonces los humanos no habrían sido hechos “a la imagen y semejanza de Dios”. Me quedé pensando en esa respuesta mientras volvía a casa. Tras de mí, la estatua de la Virgen María se perdía a la distancia.



En esta entrada quiero comentarles a las conclusiones que llegué para explicarme por qué un cristiano no debe creer en la evolución (soy agnóstico, valga la aclaración). Para esto, veremos cómo se ha estructurado el cristianismo en torno a un tótem, el sentido del ser humano dado por ese tótem y un par de conclusiones inesperadas al respecto. Comencemos:


En primer lugar necesitamos recurrir al viejo confiable: Émil Durkheim:



En su estudio sobre la religión, este sociólogo llegó a la conclusión de que el tótem es una serie de sentimientos sociales (lo social) y la representación de la fuerza creadora (lo divino) en torno a un símbolo (el tótem). Este símbolo será el que marque el orden social ahora que posee el orden conceptual (el significado que se le atribuye).


Retornando al cristianismo en general, encontramos que el tótem es la cruz. Dos palos cruzados (asociado a la tortura y el castigo por los romanos) ahora son el conglomerado de una serie de significados: el amor, el sacrificio, la salvación (entre los aspectos positivos); el dogma, el machismo y el desprecio por la naturaleza conformarían los aspectos negativos de los significados asociados socialmente a la cruz.


En línea con lo anterior, es necesario que notemos un aspecto sumamente interesante: la creación del tótem no sólo responde a la necesidad de un orden social como diría Durkheim. Responde al porqué existe el ser humano:


Una chica, como la amiga de Falit, mira al vasto, vasto universo. Vasto. Ella se pregunta, buscando con la mirada una respuesta ¿por qué estamos aquí? Y sus ojos encuentran la cruz.



Hasta aquí, todo bien. La historia podría terminar conmigo satisfecho y con la amiga de Falit con la tranquilidad de haberse librado de una pregunta existencial. Sin embargo, la tarde siguiente, mientras la Virgen me miraba entrar a una clase, surgió la pregunta lógica:


Si Dios nos da el sentido de la existencia, ¿cuál es el sentido de la existencia de Dios? Si hemos creado un tótem para Dios, la cruz. ¿Cuál es el tótem que crearía Dios?


Entonces me respondí: el tótem de Dios somos NOSOTROS, los humanos. ¿Qué me lleva a afirmar que nosotros, simples mortales, somos el sentido de Dios?


Me baso en los siguientes versículos:


(2 Corintios 6:16) “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?

Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es.” (1 Corintios 3:16-17)

Viendo estos versículos, es comprensible que el cristianismo esté totalmente en contra del suicidio: estamos destruyendo el tótem de Dios.


Sin embargo, estos versos sólo prueban el lado divino del tótem. ¿Qué significados (sociales) se nos asocia como tótem? La respuesta es: todos los que se le asocian al mismo Dios, sólo que en potencia. ¿La prueba?

“A su imagen y semejanza nos creó”

Luego de este descubrimiento, no queda más que ver las consecuencias de ser tótem:

  • Si soy el tótem, entonces he adquirido la calidad de ser sagrado, ergo me diferencio de lo profano, que es todo lo demás: animales, plantas, agua, etc.

  • Si “todo lo demás” es profano, es inferior a mí.

Hasta este punto, tenemos todas las condiciones dadas para ser capaces de ejercer violencia, dominación y poder. Entonces, siguiendo la evidencia que nos ha dado el estudio del sociólogo Erving Goffman, las acciones deben ser legitimadas para ser recíprocamente tipificadas. ¿Y qué mejor legitimación que ser el tótem para Dios?


Al fin y al cabo, hizo el mundo para nosotros.


Hizo a la mujer para nosotros.




Una prueba más puede ser añadida: los pueblos que no se consideraban tótems exclusivos (es decir, veían a los seres vivos como divinos también) generaron un comportamiento respetuoso hacia la naturaleza.


Entonces, sólo entonces entendí por qué es tan insoportable la evolución: te dice que no eres elegido. Simplemente eres parte de este mundo. Un vasto, vasto mundo. Vasto.


Comments


RE100 HORNEADO
BUSCA POR TAGS
ARCHIVO
bottom of page