top of page

Amores y chicharrones de perros

  • Carlo Piérola
  • 14 oct 2017
  • 3 Min. de lectura

Una constante a lo largo de la película "Amores perros" de Gozáles Iñarritú son, obviamente, los perros. Durante el film se muestran una cantidad de peleas de canes, maltrato animal y también cariño hacia estos animales. Quiero conectar esto con el famoso "chicharrón de perro", que fue una transgreción realizada por Andrea Puente.


En una columna escrita por la cineasta Verónica Córdova, ella preguntaba porqué nos comemos a las vacas y adoramos a los perros. Prueba de esta adoración es la clara indignación que genera la película una vez que la vemos: muchos comentarios se centran en que los perros son obligados a lastimarse por la ambición de los humanos, así como también hubo indignación general al ver que se estaba vendiendo, aparentemente, chicharrón de perro.

En respuesta a la pregunta de Verónica Córdova (que nos dio una pista al afirmar que nuestro trato hacia los perros es un fenómeno cultural), considero que no es el azar ni un dios con un gusto por los cachorros quien ha dictaminado la suerte de perros y vacas. La razón por la que nos comimos a la vaca en primer lugar fue porque una vaca no puede perseguir un venado que estamos cazando y destrozarle la garganta o mugirle al ladrón que se entra a nuestros sembrados.


Por otro lado, la carne de un perro, por más gordo que esté, no puede alimentar a tres familias medianas. Y dormir con una vaca no te abriga, sino que tienes el riesgo de aplastarte. (Esto tiene que ver con la costumbre de ciertas tribus indígenas de Norte América de dormir con perros durante el invierno, de ahí la banda de rock Three Dog Night, que señala una noche tan fría que necesitas tres perros).

Bueno, podemos entender que existe cierta base biológica para construir nuestra necesidad por los canes, pero tal cosa no ha sucedido en algunas regiones de China, donde se come a los perros. La existencia de diferencias culturales en el trato hacia los perros nos lleva a afirmar que el amor por nuestro Bobby es otra realidad imaginada.


Los perros en sí mismos son una realidad imaginada. No existen perros al natural, en realidad hubo un punto (entre 18.800 y 32.100 años AEC, según la revista Science) en el que domesticamos a los lobos y entablamos una relación de simbiosis con ellos. Por años, los perros evolucionaron para ser entonces más inteligentes y al mismo tiempo feroces, aunque no al nivel de un lobo. Inteligentes para entendernos y feroces para servirnos. Podríamos afirmar que el perro es un producto cultural. Y como todo producto cultural, no está en la naturaleza sino que fue creado por la actividad humana.


Ahora los perros deben ser tiernos, porque nuestras necesidades han cambiando de protección física a protección emocional. Por eso nos rebelamos ante la idea de hacer pelear a los perros, sin entender que en el mundo imaginado de Iñarritñú, los perros están para luchar, hacernos ganar dinero y ser nuestro boleto fuera de la friendzone (pobre Octavio) y en el nuestro para amarnos.


Incluso el amor por nuestros productos culturales más fieles ha sido construido. ¿Es esto malo? Por supuesto que no, aunque tampoco es bueno. Las realidades sociales no son menos reales por ser sociales. Afectan nuestra vida. En la nuestra, nos comemos a chanchos y cuidamos a los perros, algo que el filósofo Peter Singer llama "especiesimo", algo así como el racismo, pero con especies de animales.


Lo que nos muestra el contraste entre la reacción de los personajes de Iñarritu con cómo tratamos a los perros es cómo en un periodo aparentemente corto de tiempo hemos cambiado la realidad social en la que disfrutamos de dos canes matándose a una en que dieciocho abogados defienden a un perro. Si la modelo de Amores Perros exisitera ahora, no habrían pasado ni cinco horas antes de que hubiera contratado a todo un ejército para destrozar el piso con tal de hallar a su can.


No quiero dejar ninguna reflexión más que esta: sabernos envueltos en un círculo en que creamos elementos culturales, y los amamos asumiendo estas emociones como naturales. No hay perros que no quieran pelearse de manera intrínseca, porque sin humanos, no habría perros. Y si sólo hubieran lobos, sí pelearían entre sí. Fin.

Komentar


RE100 HORNEADO
BUSCA POR TAGS
ARCHIVO
bottom of page