Wara Wara y Quién mató a la llamita blanca: el problema de la unidad
- Carlo Piérola
- 4 nov 2017
- 3 Min. de lectura
Gracias a la lectura sobre Wara Wara, pude ver que la película surgió en un momento de intenso debate nacional. “El problema del indio” trataba de la discusión de las élites del país por saber qué hacer con un sector que no consideraban “boliviano”. Así, Velasco Maydana abogaba por culminar la colonización total del indígena: que la cultura originaria desaparezca en el matrimonio con la cultura occidental.
Casi cien años después, Quién mató a la llamita blanca busca también la construcción de la identidad nacional. Podría ser una simple película de comedia sobre los tortolitos, pero no. El Pocholo tiene que mostrarnos antecedentes históricos y políticos sobre cada acción de los protagonistas. Incluso, casi explica cada chiste regionalista.
En la industria del cine norteamericano, por ejemplo, no se ve un discurso tan reiterativo sobre la identidad de USA. Es más sutil (generalmente, las comedias de los gringos parten de familias de clase media alta, acomodada, que gracias al We’re all living in America, pueden incurrir en situaciones de comedia).

A diferencia de Wara Wara, Quién mató a la llamita blanca intenta abogar por otra situación. Los bolivianos deben aceptarse, aceptar sus diferencias, en vez de fusionarse en uno. (Claro, podemos hacer un análisis discursivo más profundo pero eso es tema de tesis).
Se podría argumentar que los chistes racistas o regionalistas nos dividen, contradiciendo la tesis de la película. Sin embargo, citando a Zizek (jeje) se puede observar la situación ocurrida en Europa del Este. Ahí, curiosamente, los chistes sobre la etnicidad o regionalidad de la zona desaparecieron justo cuando la tensión se elevó e inició la guerra.
Así, los chistes de Quién mató a la llamita blanca son más un intento de que nos riamos de nuestras diferencias, al menos a nivel de intención del director.
Wara Wara proporcionaba una idea de solución a la larga. Quién mató a la llamita blanca intenta hacer ver que “refleja la realidad”, donde las empleadas aymaras abundaban en la Zona Sur y cantábamos que la DEA no me vea.
Ahora todo eso parece tan lejano. Ahora vemos el crecimiento de la nueva burguesía aymara, vemos que EEUU no tienen ni el 10% de protagonismo que tenía antes, siendo reemplazado por China. Es igualmente ilustrativo ver a Evo como representante de la nación colla (cuando poco después, ganaría las elecciones y luego de ciertas crisis, comenzó a ganar en Santa Cruz).
El problema de Quién mató a la llamita blanca es que entonces se centra demasiado en un momento sin ver causas estructurales. Si se limitase a ser una película de comedia con un discurso nacionalista sutil, quizá no hubiese incurrido en quedar desactualizada en tan poco tiempo.
De acuerdo con las estadísticas del CIBESCOM, la autoidentificación aymara ha aumentado drásticamente, lo mismo que la autoidentificación blanca (aunque menos que la anterior). ¿Es esto bueno o malo? Podríamos interpretarlo como una polarización, un mundo en que Velasco Maydana consideraría el infierno. Quizá, siendo muuuuy optimistas, estaríamos viendo una reafirmación de nuestra identidad, aceptando la del otro (pero no hay pruebas).
Así, el problema de la identidad nacional boliviana continúa.
En mi opinión, es un debate sin sentido. ¿Por qué tanto empeño en buscar la identidad de gente que vive dentro de líneas imaginarias? Somos todos ciudadanos del mundo: todos sin excepción tenemos ADN humano (y eso no es una realidad imaginada, sino objetiva). Debería bastar para aceptarnos.
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